Por: Querien Vangal
Agosto / 2010
Una vez que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ha declarado que no es inconstitucional el matrimonio entre homosexuales, ignorando o menospreciando el espíritu del constituyente que reformó el Artículo 4 de la Constitución y que declaró que la entidad familiar se compone por el padre, la madre y los hijos, adaptándose a la moda de algunos países o estados dentro de ellos y acogidos a una supuesta realidad sociológica, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo primado de México, ha rechazado tajantemente, por inmorales, dichas uniones. Con su pronunciamiento, reitera cabalmente la doctrina constante de la Iglesia Católica sobre la materia.
Es clara la firmeza del pronunciamiento ante el "aberrante juicio de constitucionalidad que avala la informal reforma de ley que permite las uniones entre personas del mismo sexo –abusivamente llamado matrimonio– por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la Iglesia no puede dejar de llamar mal al mal".
De inmediato surgieron las voces objetando que se trate de un "juicio moral". Habrá que distinguir. Un juicio moral no necesariamente se limita a lo religioso, sino también a lo ético. De ahí que su pronunciamiento no sea válido, únicamente, para los católicos, sino también para todos los hombres de buena voluntad que quieren y buscan el bien, la virtud.
Es ya conocido, pero conviene repetirlo, que la bondad o maldad de muchos actos no derivan de lo que diga o deje de decir la ley. Resulta imposible e indebido que la ley regule todos los actos morales, pues con ello se pretendería invadir el ámbito de las conciencias.
Pero lo que sí es necesario y justo, es que la ley sea congruente con la moral en sus definiciones y regulaciones. Estas incongruencias que no son otra cosa que la institucionalización social de lo malo, derivan en desórdenes, en tensiones sociales, corrupción y autoritarismo. La historia está llena de ejemplos de esta verdad.
La clara y valiente declaración del Cardenal Rivera es un rechazo claro a las uniones de homosexuales institucionalizadas socialmente, pero no a los homosexuales como personas, para quienes expresa respeto y para quienes pide que los cristianos demos muestras de bondad y misericordia.
Así lo ha pedido reiteradamente el magisterio eclesial durante los últimos años en el Catecismo de la Iglesia, en la Declaración Persona Humana de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1975 y en el Documento Sexualidad Humana del Consejo Pontificio para la Familia de 1995. Se trata, como pide la Iglesia, de condenar el error y no al errado.
La divergencia fundamental entre quienes validan el "matrimonio" homosexual y quienes lo rechazamos, radica en el fin procreativo de la unión conyugal, que ha sido rechazado por los magistrados, alegando únicamente los aspectos afectivos y la supuesta homologación existente entre la unión de personas de distinto sexo y de las del mismo, menospreciando con ello las particularidades anatómicas y psicológicas que hacen de la diferencia sexual una complementariedad en su unión, no sólo procreativa, sino afectiva para el pleno desarrollo de las mutuas personalidades.
Institucionalizar y equiparar la institución social del matrimonio y su consecuencia, la familia, en los casos heterosexuales y homosexuales, resulta un absurdo no sólo desde la perspectiva moral, sino incluso desde la experiencia fisiológica y psicológica ampliamente estudiada a través del tiempo y que no puede ser ni suplida ni superada por un voluntarismo de opción de "orientación sexual", como si con un acto de la voluntad se pudieran transformar automáticamente las funciones biológicas del sexo.
En la definición de constitucionalidad se acepta una supuesta libre orientación sexual, cuando por otro lado, conscientes de esta imposibilidad física, hay toda una teoría de "género", que pretende superar el hecho biológico, natural e irreversible, con una supuesta "construcción cultural" que modificaría conductas e instituciones con la idea de que son circunstanciales en el tiempo y el espacio, producto de mentalidades que hacen a un lado el hecho biológico. Ni siquiera en eso nuestros Ministros de la Corte pudieron ser consecuentes.
Ni los legisladores que han modificado la definición de matrimonio en el Código Civil, ni los jueces que los avalan, son los primeros en equivocarse en la historia. De no tener una sociedad fuerte que resista esta moda, tampoco seríamos el primer estado en pagar las consecuencias de institucionalizar una conducta errada, equiparándola a la célula básica de la sociedad, sobre cuya salud y fuerza se edifica todo el edificio social y, por ende, el bien común de la Patria.
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Muchas posturas, poca discusión
Agosto / 2010
Las uniones homosexuales y las adopciones gay son ya una realidad en nuestro país. La 'izquierda progresista' celebra uno de sus triunfos más contundentes en contra de la familia y la Iglesia Católica. La discusión que se llevó a cabo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), fue apresurada y de cierta forma con un claro sesgo político.
Es algo sorprendente que en un tema tan polémico como es el de la adopción homosexual, no se discutiera a fondo como se hizo con el aborto, en donde hubo una serie de audiencias públicas y se dio la oportunidad a los expertos para opinar. Esta vez todo fue diferente, las posturas se discutieron rápidamente y se tomó en dos días hábiles.
Pero lo cierto es que había varias instituciones tanto públicas como privadas que fijaron su postura ante los medios. Mismas que, sin embargo, jamás se tomaron en cuenta en la discusión.
Entre los que fijaron su postura en contra de la adopción homoparental, fueron psicólogos de la UNAM, el Instituto Mexicano de Orientación Sexual, la Asociación Mexicana de Pediatría, la Universidad Iberoamericana, la Asociación Mexicana de Psicoanálisis y el Centro de Estudios de Adopción (CdEA) en diversos estudios y publicaciones que han dado a conocer recientemente.
El Centro de Estudios de Adopción (CdEA), en reiteradas ocasiones le pidió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación aplazar la decisión para dar tiempo a las investigaciones en curso que dieran los resultados obtenidos.
A pesar de esto, la SCJN decidió tomar su decisión en el derecho comparado, o sea, decidir con base en lo que en otros países se ha hecho.
El Centro de Estudios de Adopción (CdEA) también fijó su postura en que no era conveniente para el menor el ser adoptado por una pareja homosexual, ya que esta decisión no busca el bien superior del niño.
Pero lo realmente preocupante ante este panorama no es que la Suprema Corte de Justicia haya desestimado las valiosas aportaciones de los expertos en el tema, sino que al parecer están jugando a ser la válvula de salida de presión social que existe actualmente en el país.
La decisión fue tomada claramente con un sesgo político, el de favorecer a la izquierda progresista. Y esto apuntala los pilares de la candidatura presidencial de quien es paladín de estos grupos: Marcelo Ebrard.
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