sábado, 21 de enero de 2012

Los grandes fraudes nata ilusiones

 

Nuevo año ¿en casa propia?

Hoy, pocos recuerdan cuando gracias a la creación de los programas populares de vivienda muchas empresas inmobiliarias comenzaron a participar en uno de los más grandes negocios de que se tenga memoria comparado sólo con el pastel que se repartieron los fraccionadores a principios de siglo.

 

Por: Homero Bazan

 

Este comienzo de año, numerosos capitalinos celebraron por primera vez las fiestas en una casa o departamento comprado con el esfuerzo de su trabajo, de su habilidad y paciencia para realizar trámites hipotecarios, pero sobre todo, para comprender, aunque sea a medias, hasta la letra más pequeña y los párrafos más amañados de los contratos que firman.

 

Quizá por la época decembrina, quizá porque el rompope de las recientes fechas puso a muchos a reflexionar sobre su situación de financiera, recibimos numerosos correos de lectores preocupados por el gran paquete en el que se engancharon al realizar la compra de un departamento, sin entender o sopesar del todo cada aspecto de sus créditos.

 

Hoy, pocos recuerdan cuando gracias a la creación de los programas populares de vivienda y los créditos dados por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), muchas empresas inmobiliarias comenzaron a participar en uno de los más grandes negocios de que se tenga memoria en nuestra vieja ciudad, comparado sólo con el pastel que se repartieron los fraccionadores porfirianos a principios de siglo.

 

La palabra "enganche", que hasta entonces se había convertido en el principal obstáculo, por no decir pesadilla, para las familias de escasos recursos, cuyo sueño guajiro era hacerse de una casita, cobró bajo esta modalidad una serie de camaleónicas transformaciones que se prestaban a mucha "elasticidad legal".

 

Con la luz verde dada por el gobierno de Luis Echeverría los programas de vivienda fueron uña y mugre con las inmobiliarias, y en muchos casos, éstas asesoraron a sus clientes para el financiamiento que podrían obtener.

 

De la noche a la mañana vivales de traje y corbata respaldaron la creación de inmobiliarias 'patito', cuyo único objetivo era el ser acarreadoras de ciudadanos ingenuos, con quienes se negociaba con departamentos, predios y conjuntos habitacionales prácticamente inexistentes y cuyo único rostro era una ostentosa maqueta con arbolitos y nubes mareadoras puesta a la vista de todos.

 

A la par, la modalidad del famoso "enganche diferido" fue una de las frases que más adornaron esos años la publicidad que estas empresas repartían en octavillas y plasmaban en anuncios, cuya grandiosidad contrastaba con lo improvisado de sus oficinas matrices.

 

Aquél fue en los primeros años el sistema de robo en despoblado que prevaleció. Sin leyes claras que regularizaran el financiamiento inmobiliario, algunas de esas oficinas se daban el lujo de construir el puro cascarón de un edificio de condominios, con el consabido departamento de muestra, para después dejar la construcción en obra negra por meses e incluso años, con el pretexto de que sería terminada una vez que todos los inmuebles encontraran su comprador, para ser desplumado, ¡claro!

 

A finales de los 70, era tal el relajo ocasionado por las inmobiliarias fantasmas, el coyotaje, los créditos duplicados y sobre todo las mafias aliadas al partido en el poder que condicionaban los mismos, que hasta los funcionarios solapadores vieron conveniente proponer reformas a las leyes, mismas que surtieron el mismo efecto que un mejoral para niños con una enfermedad de malaria.

 

La triste escena del grupo de humildes compradores estafados por una "inmobiliaria pantalla" se convirtió en el pan de todos los días. Desde finales de los 70 los periódicos publicaban los testimonios de estos grupos de familias, quienes después de pagar con ilusión mes con mes las mensualidades de su enganche, un buen día se encontraban con que la empresa no había colocado ni un ladrillo de la propiedad y que uno de los principales socios se había esfumado del mapa. ¿Seguirá sucediendo?

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