Por Salvador Flores Llamas
Enero de 2012
Si el PRI duró 71 años en el poder, al PAN sólo le auguran 12; lo acusan de no saber gobernar, atizar la ola de violencia por el combate al narco y frenar la transición democrática.
No le reconocen el equilibrio en las finanzas públicas, la mega reserva internacional, la estabilidad económica, abatir la inflación, desterrar las crisis económicas y las macro devaluaciones cíclicas, instrumentos básicos para sortear la grave crisis e 2008, surgida en Estados Unidos.
Aún menos los avances en seguridad social, los programas de ataque a la pobreza y la gran cobertura en salud. Tampoco el clima de libertades públicas que fomenta y el respeto a la pluralidad política -quizá su mejor logro- pues los gobierno panistas permiten a todo mundo expresarse según sus ideas e intereses. De esto se valen sus oponentes para negarles la más leve aportación a una vida mejor de los mexicanos.
En el fondo prevalece que Vicente Fox desperdició el bono democrático conferido por los mexicanos y que cuando los priístas temían castigos por su corrupción, desaprovechó el Pemexgate y dejó impunes a los culpables. En aras de la autonomía de poderes, soltó toda amarra al legislativo y al judicial y los gobernadores, que se dedican a torpedearlo.
El Congreso le vedó viajes el exterior y canceró el informe presidencial dizque para acabar con el antidemocrático día del presidente, mientras los gobernadores lo conservan y se publicitan de lo lindo durante él.
Mantuvo intactas viciadas estructuras priístas, como los sindicatos, y por respeto a la libertad de expresión dejó al garete lo relación con los medios, que se dieron vuelo en atacarlo y aun ridiculizarlo con rumores y so pretexto de cualquier equivocación, real o inventada.
Con la misma táctica Calderón aumentó el desgaste lógico del ejercicio del poder, que hoy –al exagerarle sus errores y endilgarle otros- deteriora en serio la imagen pública de su gobierno y a él lo tildan de "presidente débil".
El no variar el ataque a las mafias con estrategas de las fuerzas armadas y otros institutos y permitir le achaquen todos los muertos y víctimas, cual si no hubiera niveles de gobierno, permite a sus enemigos y a los cómplices de los criminales exigir abiertamente la cancelación del esfuerzo y culparlo de la violencia desatada.
Esto lo capitaliza el PRI, contra el que se enderezó de inicio ese combate, por lenidad o complicidad de sus gobiernos con los cárteles, y da pretexto a candidatos presidenciales a ofrecer demagógicamente abatir la violencia sin decir ni cómo ni cuándo.
Es indispensable que estos abanderados olviden manías e insustanciales frases en sus campañas, pues México exige compromisos serios y concretos ante sus problemas; lejos de promesas de propaganda y engañabobos.
De no ocurrir tal, caeremos en un callejón sin salida, y ni a cual irle de los suspirantes a la Presidencia por más cambio de piel o más fama de indestructibles que tengan.
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