lunes, 30 de noviembre de 2009

La clave para salir adelante...

 

Equipo yoinfluyo.com

25 de agosto de 2009

 

¿La clave para salir adelante? La solidaridad. Vivimos tiempos difíciles, es un hecho. No es necesario recapitular lo que experimentamos día a día: crisis económica nacional e internacional, y con ella todas sus repercusiones; una fuerte ola de inseguridad, criminalidad y corrupción.

 

Podemos criticar, quejarnos, levantar la voz e inconformarnos... o podemos hacer algo.

 

Ya es tiempo de que nos preocupemos y ocupemos de nosotros mismos. Criticando, quejándonos o permaneciendo estáticos... todo va a seguir igual. Pero en la medida en la que todos busquemos y trabajemos por el bien común, todo y todos estaremos mejor. Porque si mi entorno mejora, yo mejoro; si la gente que me rodea se encuentra bien, yo lo estaré también.

 

Estamos hablando de buscar el bien común. De ver a los demás como si nosotros nos viéramos reflejados en ellos. Hablamos de seguir trabajando mientras haya alguien que necesite de nuestro trabajo... ¡de Solidaridad!

 

¡Qué bonito se escucha! ¿No? Pero, ¿cómo llevarla a lo cotidiano? ¿Cómo vivirla? ¿Cómo hacerla parte de nosotros?

 

La Solidaridad no es un concepto abstracto y lejano, sino que implica responder a un llamado interior que todos tenemos. Es no dejar que nuestros hermanos mueran en su lucha por ser mejores y por tener acceso a lo indispensable. Implica el ejercicio y hábito cotidiano de pensar en los demás.

 

¿Crees que sea posible?

 

En un país donde la política era sinónimo de corrupción; donde existía una profunda desigualdad y –en pocas palabras– crisis social, política y económica, hubo un hombre que peleó por el bien común sin levantar una sola vez la mano; que buscó se reconociera la dignidad de todos y cada uno de sus compatriotas sin agredir a nadie.

 

Mohandas Karamchand Gandhi vivió y creció en India cuando ésta aún era una colonia inglesa. Luchó por sus compatriotas, por su independencia, por la eliminación de las castas y la discriminación racial. Lo hizo sin palos, piedras, machetes ni pistolas. Era un hombre que rechazaba la lucha armada y predicó la no violencia. Un ejemplo tangible de que con trabajo, esfuerzo y solidaridad se pueden hacer grandes cambios.

 

No muy lejos de ahí, una mujer pequeñita, pero con un espíritu inquebrantable, trabajó inexorablemente por todos aquellos que consideraba su gente; en resumidas cuentas, por la humanidad. Su vida de trabajo, dedicada al cuidado de los más pobres y desvalidos, los leprosos, enfermos e "intocables", como se les conoce en India, le valió el reconocimiento mundial y la admiración de muchos.

 

No estamos hablando de otra persona más que de la Madre Teresa de Calcuta, quien más allá de ganar un Premio Nobel de la Paz, obtuvo el cariño y el respeto del mundo entero, porque no sólo predicó, sino que también vivió la solidaridad, la entrega y el amor al prójimo.

 

Suena fácil, pero una vida potenciada por medio de la donación requiere esfuerzo, un esfuerzo que implica la vida misma y que transforma a la gente de alrededor. Eso logró la Madre Teresa, pues además de ayudar con sus propias manos a los necesitados, dejó un legado que trascendió su propia vida: las Misioneras de la Caridad. A 12 años de su muerte, su ejemplo solidario aún deslumbra a quienes conocen su vida.

 

Y nadie ha inspirado a tantas consciencias y mentes en los últimos tiempos como Juan Pablo II, quien por medio de la retórica y de obras contundentes, convenció a un mundo globalizado que dentro de todo el caos aparente, se puede pensar en el otro.

 

Además de perdonar a su agresor, el hombre que le disparó con un arma de fuego y a quien por cierto visitó en la cárcel; siempre fue más allá de lo que propios y extraños podían especular. Incluso pidió perdón por las faltas de la Iglesia Católica en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.

 

Pero no conforme con ello, con sus palabras impulsó y guió sabiamente a millares de fieles y agnósticos, pidiendo que viviéramos solidariamente. Que las diferencias económicas entre países se disiparan por medio de la ayuda mutua, de la subsidiaridad y de la superación del miedo para la consecución de una civilización del amor.

 

Esta civilización se encuentra al alcance de la mano, pues se fundamenta en valores inherentes a la naturaleza humana, aquellos que no distinguen el color de la piel o el credo que se profese.

Hoy, como ellos, tú puedes hacer la diferencia. Tú puedes optar por una solidaridad activa. Porque recuerda, al final, si los demás viven mejor, tú también. Para muestra, tres personajes icónicos de la historia moderna, si quisieras, podrías ser el siguiente.

 

 

«LA ORACIÓN DEL QUE SE HUMILLA PENETRARÁ HASTA LAS NUBES»
 



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