sábado, 13 de febrero de 2010

El morbo, qué tanto es tantito

Por: Remedios Falaguera

Febrero / 2010

 

Decía el gran Federico Fellini que "la televisión es el espejo en donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural".


Si por cultura entendemos todos aquellos valores, tradiciones, normas, valores, conocimientos, actitudes, etcétera que nos caracterizan como grupo social, y que se transmiten de una generación a otra con el objetivo de sacar lo mejor de uno mismo en beneficio de la sociedad, mucho me temo no vamos por buen camino.

 

De hecho, me parece evidente después de ver el primer capítulo de la nueva serie de Telecinco, España, "El pacto". En efecto, en dicha serie los padres carecen de cualquier proyecto educativo, no tiene ninguna autoridad moral sobre sus hijas, y, tal vez, como consecuencia de ello, son continuamente humillados por ellas, que siendo sólo unas niñas, han mantenido relaciones sexuales con el único propósito de jugar a ser mamás.

Esta serie recrea una realidad ficticia en la que sus protagonistas se atreven a jugar con la belleza de la maternidad, con la vida humana, con el valor de la amistad, con la vida de familia y más. Y todo ello, aderezado con un lenguaje soez y ordinario.


En definitiva, no creo esta serie sea benéfica para la salud personal, familiar, cultural y social de los jóvenes que nos rodean. Es más, debo confesar que mi primera intención fue realizar un análisis profundo de esta polémica caricatura malintencionada que contribuye al declive moral y cultural de los espectadores.


Pero, visto lo visto, no puedo más que denunciar que me siento insultada como mujer, humillada como madre, desorientada en mi labor educativa como profesora y avergonzada como periodista.


Que la televisión es un medio de comunicación que responde a una necesidad vital del hombre, nos guste o no, es una realidad. Que en sus contendidos encontramos luces y sombras que influyen no sólo en nuestra vida, sino también en la cultura, las normas y los valores de la sociedad que hace propias esas pautas de comportamiento, nadie puede negarlo.


Pero me siento tan responsable ante la confusión de todos aquéllos que por su juventud o su falta de cultura son incapaces de interpretar, analizar y fomentar el espíritu crítico sobre los aspectos positivos y negativos que nos aporta la televisión, que estoy dispuesta a abandonar mi postura políticamente correcta para denunciar públicamente los modelos de comportamiento que nos presenta la serie.


¡No son más que un insulto a la dignidad de los jóvenes que se ven reflejados en la serie, a la maternidad, a la familia, a la educación, a los valores… en definitiva, a todo lo bueno y bello que hay en este maravilloso mundo. Las nuevas generaciones no merecen una educación así. Ellos son el futuro, la esperanza de un mundo mejor.


¡Ha llegado el momento de que digamos basta ante tanto desatino! No podemos dejarles "colgados" por comodidad, engañando a nuestra conciencia con argumentos como que es una serie de ficción basada en un hecho real, que tiene un gran éxito, o que "el guión huye del morbo", como asegura el director de la serie, Fernando Colomo.


Como señalaba la periodista Christiane Amanpour, en el libro póstumo dedicado al fotoperiodista Miguel Gil: "Cuando la gente buena no hace nada, los malos triunfan. Creo que los periodistas podemos ayudar a hacer del mundo un lugar mejor".


¡No pasa nada, no seáis exagerados!


Dos adolescentes pidieron permiso a su padre para ver una película en el cine que todos sus amigos habían visto. Después de investigar un poco sobre el filme en Internet, el papá les prohibió verla.


"Pero, ¿por qué no?", se quejaron, "es restringido para menores de 13, y ambos tenemos más de 13".


El padre respondió: "Porque la película contiene desnudez y pinta la inmoralidad como algo normal".


"¡Pero Papá, eso es una parte mínima! Eso es lo que nuestros amigos nos han dicho. ¡La película dura unas dos horas y aquellas escenas duran unos minutos! Se basa en una historia real, el bien triunfa sobre el mal, y hay otros valores como sacrificio y valentía. Hasta las críticas dicen eso. No pasa nada, papá, ¡no seas exagerado!".


"Mi respuesta final es no. Estáis bienvenidos a quedaros en casa hoy, invitar a unos amigos, y ver una de las buenas películas que tenemos en casa, pero no vais a ver esta cinta. Final de la conversación".


Los dos adolescentes se fueron molestos a la sala y se tiraron en el sofá. Pronto se sorprendieron de escuchar ruidos en la cocina, su padre estaba preparando algo. Averiguaron, por el olor, que era "bizcocho de chocolate".

"Seguramente Papá se siente mal y quiere reparárnoslo con sus brownies. Quizá si le alabamos mucho cuando entre, se ablandará y nos dejará ver la película", se decían. No esperaron mucho. Su padre entró con una bandeja de brownies y ofreció uno a cada hijo. Ambos aceptaron y el padre les dijo:


"Antes de que comáis, quiero deciros una cosa: os quiero mucho". Los dos jóvenes se miraron, sonriéndose con un aire de conocimiento: "papá se está ablandando". "Por eso he hecho estos brownies con los mejores ingredientes posibles, casi todo es orgánico".


Los brownies parecían deliciosos, los chicos estaban impacientes con el discurso de su padre. "Pero quiero ser completamente honesto con vosotros. Añadí un ingrediente especial, que cogí del jardín. Puse un poquitito, y os daréis cuenta. Ánimo pues, tomad una mordida y decidme qué os parece".


–"Papá, ¿no quieres decirnos qué ingrediente es?".


–"Pero si no fue casi nada, una cantidad pequeñísima".


–"Venga, dinos qué era".


¬–"Pero también es orgánico, como los demás ingredientes".


–"Papá…".


–"Bueno, pues, añadí mierda del perro".


Los jóvenes dejaron caer su postre, y examinaron sus dedos con horror. "¿Por qué hiciste eso? Nos torturaste con el olor divino, y ahora no los podemos comer".


–"Pero si es sólo un poco, y nunca lo vais a notar. No pasa nada, no seáis exagerados. Lo preparé con los demás ingredientes, muy buenos y saludables…".


–"Papá, nunca vamos a comer eso".

 

–"Y por esta misma razón, no podéis ver la película. ¿Cómo podemos dejar entrar imágenes que quedarán allí mucho tiempo, causando daño a nuestra alma?".

 

 

 

«El hombre sin honra peor es que un muerto»

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