Por: Manuel Espino Barrientos Enero / 2010 El tema de las coaliciones se encuentra en ebullición en las más altas esferas del poder político mexicano. Gobernantes, legisladores, posibles candidatos y dirigentes partidistas negocian en público, en privado y en secreto, cuando se procesan acuerdos sin sustento ético; también hacen ofrecimientos, empeñan su palabra y debaten apasionadamente ante la perspectiva de generar coaliciones triunfadores para las elecciones de este 2010. Las coaliciones son una expresión más de la vitalidad de nuestra democracia, una alternativa perfectamente legítima y válida. En otros países han posibilitado transiciones pacíficas y han sentado bases para gobiernos que han redefinido el rumbo de sus países. Ejemplo de ello es la Concertación chilena, que reunió en un frente común a todos los partidos opositores al régimen militar de Augusto Pinochet. Gracias a la generosidad y a la pluralidad de sus integrantes —que van desde los socialistas hasta los liberales, pasando por mis compañeros democristianos— se logró acabar con la dictadura pinochetista. De igual trascendencia fueron los Pactos de la Moncloa firmados en España en 1977. Esta alianza, que incluyó a los partidos con representación legislativa, abrió paso a una época de gran estabilidad política, crecimiento económico, florecimiento cultural y libertades sociales. En la historia mexicana brilla la Alianza por el Cambio que sacó de Los Pinos al Partido Revolucionario Institucional tras siete décadas de la llamada "dictadura perfecta". Nueve años después podemos ver que, aunque se alcanzaron sus objetivos inmediatos, el carecer de un programa que trascendiera lo electoral limitó sus logros. Faltó visión y acción para transformar el viejo sistema político en el que se montaron los gobiernos del PAN. Las coaliciones que México no merece Desgraciadamente, en algunas posibles coaliciones que se están discutiendo es evidente la falta de contenido y la estrechez de miras, el poder como objetivo único y meta final. Me sorprende especialmente que haya partidos que compiten como aliados o como contrincantes, dependiendo del estado en el que se encuentran, no de su doctrina o sus propuestas. Eso demuestra que únicamente les interesa destronar gobernadores y alcaldes, más no hacer realidad un proyecto conjunto. No se trata sólo de amontonar siglas. Cuando carecen de ideas comunes y de una agenda política que las sustenten, las coaliciones sólo son una expresión de fuerza bruta que no proyecta evolución comunitaria. Únicamente un proyecto sólido justifica una coalición que trascienda las ideologías y los legítimos intereses de los partidos. No basta con poner título y eslogan a una alianza, hay que dotarla de contenido, definir alcances, prioridades, responsables, plazos y tareas. Una coalición hueca, por el contrario, abre caminos a la división y al enfrentamiento. Tras la jornada electoral, los antiguos aliados se encuentran inmersos en una rebatiña por puestos, posiciones y espacios de poder. Coaliciones y dedazos Cualquier dirigente partidista experimentado sabe que siempre habrá gobernantes que busquen hacer avanzar su agenda personal a costa del partido, impulsando o bloqueando coaliciones. Es deber de todo dirigente con visión de Estado recordar que no siempre lo mejor para uno de sus integrantes, por destacado que sea, es lo mejor para la institución. La decisión de forjar o no una coalición debe tomarse sólo con el interés del país, del estado o del municipio en mente. Especialmente en este tema, las cúpulas gubernamentales deben respetar los ámbitos partidistas. Una coalición impuesta garantiza el fracaso. Asimismo, es obligado que las coaliciones se armen de manera autónoma y subsidiaria por quienes las van a protagonizar. Es totalmente antidemocrático impedir que los ámbitos municipales y estatales se comporten con autonomía en esta materia. Aquí no hay espacio para el centralismo ni para los acuerdos ocultos. Esperemos que los gobernantes, de todos los niveles, se muestren respetuosos de las decisiones que únicamente competen a los partidos. De no ser así, seguramente la militancia se verá obligada a hacer valer sus legítimos derechos. Esperemos también ver en los próximos meses que se concreten coaliciones con contenido, con programa y ambiciones republicanas, con generosidad política y altura de miras; coaliciones que vigoricen el espíritu cívico y doten de dinamismo democrático a este 2010. Sólo así las coaliciones serán una aportación a la consolidación de la democracia mexicana. «LA ORACIÓN DEL QUE SE HUMILLA PENETRARÁ HASTA LAS NUBES» |
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