Por: Cynthia Castañeda
¿Qué? ¿Tienes que llegar temprano a tu casa porque si no te pega tu mujer? Ésta bien podría ser una broma común en una conversación entre amigos. Sin embargo, pese a que el tema de la violencia intrafamiliar hacia el hombre nos resulte tan poco común que incluso lo abordemos en tono risible, se trata de un problema real, digno de ser enfrentado con toda seriedad.
Se puede considerar la existencia de violencia intrafamiliar cuando una pareja con menos de cinco años de convivencia, ha experimentado al menos tres ocasiones de agresión.
. Las causas pueden ser muchas; sin embargo, la más común de todas es la falta de autocontrol ocasionada por problemas psicológicos.
En lo que a este tema concierne, es un hecho que los casos de violencia hacia la mujer son muchos más, y ya sea por el rol, las características fisiológicas o los estereotipos, a nuestra sociedad le resulta casi inconcebible el hecho de que un hombre padezca agravios por parte de una mujer.
Son precisamente estas razones absurdas las que ocasionan que muchos de los hombres que sufren maltrato, ya sea psicológico o físico, prefieran ocultarlo y permanecer callados antes de aceptarse vulnerables ante la situación.
Las estadísticas explican mejor esta condición, pues mientas que el 46.6 por ciento de las mujeres sufre algún tipo de violencia intrafamiliar, en el caso de los hombres sólo el cinco por ciento confiesa que la padece (muchos, como dije antes, prefieren ocultarlo).
A pesar de que sea en menor grado, el problema existe, y ya es tiempo de que como sociedad sepamos lidiar con este tipo de cuestiones, pues es realmente increíble que por cuestión de egos o por machismo, los hombres que padecen este mal no hagan nada para denunciarlo.
Afortunadamente, existen leyes que castigan equitativamente la violencia intrafamiliar. Asimismo, también hay instituciones y organizaciones dispuestas a ayudar, ya sea a la pareja o sólo a la víctima.
No obstante, la respuesta está en nosotros mismos, pues para recibir ayuda, lo primero es aceptar que se requiere.
No cabe duda que las cosas han evolucionado y que las diferencias de género son cada vez menores, pero si de verdad queremos eliminar por completo la brecha restante, debemos empezar por deshacernos de prejuicios.
Denunciemos sin miedo los abusos, pues si como mujeres exigimos igualdad de oportunidades, también merecemos igualdad de castigo. Si existe la igualdad, nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a pasar por encima de la integridad del otro, trátese de una mujer o de un hombre.
Por otro lado, si lo que evita poner el alto a este tipo se situaciones es el marco sociocultural, pues empecemos por cambiar radicalmente la atmósfera de nuestro contexto. Cambiémoslo por uno en el que los papeles dejen de estar prejuiciados, y de esta manera sean capaces de avanzar hacia una dirección en paralelo.
«La vanidad es la gloria de los pobres de espíritu»
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