Por: Klaus Feldmann Petersen
enero / 2010
Las izquierdas (promotoras de la cultura de la muerte) se empeñan en provocar discordia y divisiones, cuando –como lo hemos mencionado tantas veces–, lo que necesitamos ahora más que nunca es la unión, unir y multiplicar fuerzas, sumar… no restar ni dividir.
En Copenhague no podían desaprovechar la ocasión, los izquierdistas Hugo Chávez y su seguidor Evo Morales, utilizaron la tribuna para meter cizaña y tratar de que no se llegara a ningún acuerdo, cuando es urgente alcanzar uno real y que se cumpla.
El loco de Chávez denunció los procesos de la Cumbre como "injustos" (quien sabe por qué) y como "un reflejo de la dictadura imperialista", Evo habló de la "obligación que existe de defender los derechos de la Madre Tierra (derechos y obligaciones los tenemos los humanos como únicos seres racionales, y nos toca a nosotros corregir el daño que hemos causado en perjuicio nuestro), además de señalar que el cambio climático es principalmente un "efecto del modelo de desarrollo del sistema capitalista".
Si vamos a eso, la causa de todo el embrollo tan tremendo es el materialismo que se vive, la pérdida de valores, tanto del sistema capitalista deshumanizado, como del socialismo materialista.
Veo que la situación es grave, pero veo también que hay solución si actuamos a tiempo, ¡ya!, antes de que sea demasiado tarde, y entre todos, sin divisiones inútiles, haciendo a un lado las diferencias secundarias, que siempre las habrá, y aprovechando el aglutinante de lo bueno que existe en todo ser humano.
Vale observar que lo que se necesita es actuar de acuerdo con los principios de la cultura de la vida, en la que tanto hincapié hacía Su Santidad Juan Pablo II y lo hace ahora Su Santidad Benedicto XVI, desechando la soberbia, la ambición, la corrupción, la envidia y los odios.
Hay intereses en aprovechar la diferencia que forzosamente existe entre países industrializados, en desarrollo y economías emergentes, para crear divisiones que amenazan con que no se obtenga ningún acuerdo. No les importa el bien general; sus bajas pasiones no les dejan ver que si el barco se hunde, también se hunden con él.
Por supuesto que debe haber enfoques diferentes, según los problemas particulares que se vivan en los diversos entornos. Por ejemplo, la amenaza que sienten los países isleños, sobre todo en el Océano Pacífico y el Océano Índico, porque el incremento de la temperatura global puede representar la desaparición de miles y miles de islas, si aumenta el nivel de los mares.
Por ello exigieron que se establezca en 1.5 grados centígrados el aumento máximo para fines de siglo con respecto a la temperatura de 1900, en lugar de los 2 grados que se consideraban.
Ebrard no tuvo empacho –como buen izquierdista– en tirarle a la Cumbre, echándole leña al fuego de las divisiones, mientras era electo (nótese el juego de las mafias de izquierda) como presidente del Consejo Mundial de Alcaldes, que funciona en paralelo con la Cumbre del Medio Ambiente.
¿Por qué duplicar y dividir esfuerzos? ¿O se trata de promocionar a un candidato de izquierda, para que luego Hugo Chávez subsidie su campaña, como lo hizo con el Peje, pensando que así tendrían un buen aliado en México? Fortalecerían al equipo de la cultura de la muerte en América.
Una cosa que me preocupa es que hace no mucho el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se haya declarado de izquierda, cuando fue elegida Beatriz Paredes en Atenas, Grecia como Vicepresidenta de la Internacional Socialista.
El PRI en su historia ha vivido épocas de un radicalismo extremo e intransigente como con Calles, Cárdenas, Echeverría y compañía, llegándose a persecuciones sangrientas, que provocaron la por tanto tiempo oculta Guerra Cristera que defendió la libertad religiosa.
Y mientras este partido no se desligue de la cultura de la muerte no tendremos garantizado el éxito en la lucha por el medio ambiente, porque seguirán imperando la corrupción, la impunidad, la delincuencia, el narcotráfico y las drogas, la ruptura de matrimonios y una consecuente juventud descontrolada y desajustada socialmente.
Seguiremos viviendo el asesinato legal (aborto) de millones de pequeños inocentes, cuyas madres no correrían ningún peligro si no se sometieran a él; la falta de productividad, la pobreza y el hambre; la tala clandestina, la desertificación creciente, lluvias irregulares, deslaves e inundaciones y una falta de agua cada vez más grande.
Sin embargo, lo que me anima es la gran devoción de nuestro pueblo a la Santísima Virgen de Guadalupe. Este año 7 millones de peregrinos acudieron a la Villa, independientemente de las celebraciones locales que se hicieron en su honor. Durante el año, más de 20 millones de devotos visitaron el Santuario del Tepeyac; fueron más que los peregrinos que llegan juntos a Roma, Lourdes y Fátima, que suman 19 millones en un año.
Esa devoción y la protección de México y de América a nuestra Santísima Madre, no permitirá nunca que se imponga la cultura de la muerte, por más patadas desesperadas que dé la izquierda.
«El respeto a la ley enaltece nuestro espíritu»
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